Comentario
El río de Albarado, que los indios llaman Papaloapan
Después que salió Cortés de Potonchan, entró en un río que llaman de Albarado, por haber entrado antes que nadie en él aquel capitán. Mas los que habitan en sus riberas le llaman Papaloapan, y nace en Aticpan, cerca de la sierra de Culhuacan. La fuente mana al pie de unos serrejones. Tiene encima un hermoso peñón redondo, ahusado, y de cien estados de altura, cubierto de árboles, donde hacían los indios muchos sacrificios de sangre. Es muy honda, clara, llena de buenos peces, y más de cien pasadas de ancha. Entran en este río Quiyotepec, Vivilla, Chimantlan, Cuauhcuezpaltepec, Tuztlan, Teyuciyocan, y otros ríos menores, que todos llevan oro. Cae al mar por tres canales, uno de arena, otro de lama y otro de peña. Corre por buena tierra, tiene una hermosa ribera, y hace grandes esteros con sus muchas y ordinarias crecidas. Uno de ellos está entre Otlalitlan y Cuauhcupaltepec, dos buenos pueblos. Bulle de peces aquel estero o laguna. Hay muchos sábalos del tamaño de toñinas, muchas sierpes, que llaman en las islas iguanas, y en esta tierra cuauhcuezpaltepec. Parece lagarto de los muy pintados, tiene la cabeza chica y redonda, el cuerpo gordo, el cerro erizado con cerdas, la cola larga, delgada, y que la tuerce y enrolla como un galgo; cuatro pedezuelos de a cuatro dedos, y con uñas de ave; los dientes agudos, mas no muerde, aunque hace ruido con ellos; el color es pardo. Resiste mucho el hambre, pone huevos como la gallina, pues tienen yema, clara y cáscara; son pequeños y redondos, y buenos de comer. La carne sabe a conejo, y es mejor. La comen en cuaresma por pescado, y en carnaval por carne diciendo ser de dos elementos, y por consiguiente, de entrambos tiempos. Es perjudicial para los bubosos. Estos animales salen del agua, se suben a los árboles y andan por la tierra. Asustan a quien los mira, aunque los conozca; tan fiera catadura tienen. Engordan mucho refregándoles la barriga con arena, que es nuevo secreto. Hay también manatíes, tortugas, y otros peces muy grandes que aquí no conocemos; tiburones y lobos marinos que salen a tierra a dormir y roncan muy fuerte. Paren las hembras dos lobos cada una y los crían con leche, pues tienen dos mamas al pecho entre los brazos. Hay perpetua enemistad entre los tiburones y los lobos marinos, y pelean con ahínco, el tiburón por comer y el lobo por no ser comido. Empero, siempre son muchos tiburones para un lobo. Hay muchas aves pequeñas y grandes, de nuevo color y forma para nosotros. Patos negros con alas blancas, que se estiman mucho por su pluma, y que se vende cada uno, en la tierra donde no los hay, por un esclavo. Garcetas blancas, muy estimadas por su plumaje. Otras aves que llaman teuquechul o avediós, como gallos, de que hacen ricas cosas con oro; y si la obra de esta pluma fuese duradera, no habría más que pedir. Hay unas aves como torcazas, blancas y pardas, ánades en el pico, y que tienen un pie de pata y otro de uñas como el gavilán; y así, pescan nadando y cazan volando. Andan también por allí muchas aves de rapiña, como gavilanes, azores y halcones de diversas formas, que se ceban y mantienen de las mansas. Cuervos marinos que pescan maravillosamente, y unas que parecen cigüeñas en el cuello y pico, excepto que lo tienen mucho más largo y raro. Hay muchos alcatraces y de muchos colores, que se sustentan de peces; son como ansarones en el tamaño, y en el pico, que será como de dos palmos; y no mandan el de arriba, sino el de abajo. Tienen un papo desde el pico al pecho, en el que meten y engullen diez libras de peces y un cántaro de agua. Devuelven fácilmente lo que comen. Oí decir que se tragó uno de estos pájaros a un negrillo nacido hacía pocos meses; mas no pudo volar con él; y así, lo cogieron. Alrededor de aquella laguna se crían infinitas liebres, conejos, monillos o gatillos de muchos tamaños; puercos, venados, leones y tigres, y un animal llamado aiotochtli, no mayor que el gato, el cual tiene rostro de anadón, pies de puerco espín o erizo, y cola larga. Está cubierto de conchas, que se encogen como escarcelas, donde se mete como el galápago, y que parecen mucho cubiertas de caballo. Tienen la cola cubierta de conchitas, y la cabeza de una testera de lo mismo, quedando fuera las orejas. Es, en fin, ni más ni menos que un caballo encubertado, y por eso lo llaman los españoles el encubertado o el armado, y los indios aiotochtli, que suena conejo de calabaza.